Larga vida para Freddie Mercury;.

Recordamos emblemático concierto en sus 25 años de fallecimiento.

Los 50 años de 'Darling'.

Película que muestra el pesimismo de la sociedad contemporánea.

Centenario de "El nacimiento de una nación"

La película que transformó el cine mudo.

150 AÑOS DE 'ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS'

Sumérgete en la maravillosa aventura del sueño.

CENTENARIO DE EDITH PIAF

La pequeña gorrión que se inmortalizó una leyenda en la música francesa.

26 de noviembre de 2016

LARGA VIDA PARA FREDDIE MERCURY

Todos los que estuvieron en el Estadio Wembley de Inglaterra en 1986 recordarán siempre a Freddie Mercury convertido en un showman del rock. Era un Hitler de la música: Freddie pedía que canten esto y la gente lo hacía. El look que mostró en su presentación es quizás uno de los más recordados e imitados de toda su vida. Es el último año que dio sus últimos 26 conciertos como parte de la gira “Magic Tour” en Europa. Las más de 100 mil entradas se agotaron como pan caliente en unas horas, por lo que la banda entró en escenario el 11 y 12 de julio. Nadie creería que sería la última gira de la banda, pues al siguiente año le detectaron sida a Freddie, y decidió retirarse de los escenarios, hasta que falleció a los 45 años el 24 de noviembre de 1991. 



Tanto viernes y sábado, Freddie, en sus 39 años, entra a escena con un look realmente increíble. Mostraba el carisma abrumador tan natural. Manteniendo su bigote y su pelo corto, con una chaqueta amarilla (en otro concierto, era roja y blanca) que parecía sacada de un manicomio, con unos pantalones blancos con los colores de la bandera española a los costados y con unas zapatillas Adidas Hércules, de boxeo (pues sí, Freddie cuando era joven, practicaba boxeo). Una mezcla imposible, pero que él lució de tal forma que se convirtió en uno de los mejores trajes vistos sobre algún escenario. Probablemente, todos queremos esa chaqueta amarilla. 



Era el único que vestía traje elegante, especial, monarca, mientras los demás músicos solo vestían ropa urbana londinense. Era el cantante de los trajes extravagantes. Ropa absurda. Look clone, vestimenta gay, lo consideran en Estados Unidos, un país conservador que no permitió que “I want to break free” entre al mercado por su video polémico, donde aparecen todos vestidos de mujeres. Expertos en la materia señalan que a través de sus elecciones en el vestuario acudía a símbolos del zoroastrismo y del Persa Antiguo en colores primarios como amarillo, rojo y azul, además del blanco. Iconografías como el rayo, flechas, fuego, alimentaban los rumores de manifestar sus creencias a través de su vestimenta en escena. “Me visto para matar, pero con gusto”, dijo Freddie. Él llamaba la atención con su estilo, pero sabía qué hacer después. No importaba cuántos brillos tuviera su vestimenta, cuánta tela o estructura, su rareza o excentricidad, todo quedaba en un segundo plano cuando él empezaba a cantar. 


El show comenzó como toda la gira, con “One vision” y desde ese momento Farrokh Bulsara o Freddie Mercury, como llegó a la fama, hipnotizó al público en un trance que solo concluyó tras el cierre con “God saves the Queen”. 72 000 personas entraron al ruedo de la música, siguiendo la alegoría apoteósica de Freddie que le pone a cada canción. No solo era intérprete, también compositor. Le gustaba la actuación teatral de Liza Minnelli, su actriz favorita, de quien rescató esa animación sensual con el público. 

El concierto del 11 de julio fue el primero en el que Queen se presentó en solitario en Wembley con su propia producción, pues antes habían actuado en el “LiveAid” alternando con otros artistas. En el primer concierto se estrenó una pantalla Starvision de 20 x 30 metros que resultó tan pesada que detrás del escenario se debió colocar un contrapeso de agua para mantenerla firme. El concierto del 12 de julio fue grabado con 15 cámaras colocadas en todo el estadio además de una desde un helicóptero. 









Un escenario demasiado producido como se lo merece Queen. El escenario fue el más grande levantado en el Estadio Wembley, medía 49 metros de ancho por 16 de altura, desde el suelo hasta la estructura de las luces. Abarcaba uno de los laterales del Wembley completo y era tan pesado que hubo que reforzar los cimientos de cemento del estadio. Además, se estrenó un sistema de sonido que tenía más de medio millón de vatios de potencia, que integró un sistema de torres con eco sonoro que permitía que las zonas más alejadas al escenario escucharan en “tiempo real”, además se usaron 180 altavoces. 

Queen grabó, hasta los últimos días de vida de Freddie, 18 discos. Bohemian Rhapsody dura 6 minutos pero no aburre. Sí es buena para desafiar a los estudios discográficos, pues no es el rock que solían escuchar y saltó a la fama por el sentimiento de ópera que expresa la canción. 

Freddie se desplaza de un lugar a otro. Da saltos como un atleta, corre en el escenario como un caballo, juega con el micrófono, se curvea. Hace planchas como gusano sobre el escenario. Mueve el trasero como un perro que se acerca a su reina. En medio del festín, aparecieron dos gigantescos globos que figuraban a personas, las cuales fueron soltadas por el público, y volaron como superman al cielo, hasta perderse, mientras vibraba la canción de “A king of magic”. 


 
Seguramente mientras cantaba “Crazy little thing called love”, pasaba por su mente el rostro de Mary Austin, su única amiga a quien tanto confiaba y amaba. Se le notaba el entusiasmo de entonarla a viva voz. El sudor le brillaba el rostro por el espectro de la luz de neón que se resplandecía sobre él. Una de las canciones que también decidió sacarse la camiseta fue en el momento que empezaba a cantar “Another one bites the dust”, y todos entraban en desconcierto, paradójicamente. La gente aplaudió eufóricamente que él vista menos ropa. Ellos movían las manos, agitadas arriba, como una marea que va y viene en el horizonte. Freddie terminó de cantar, y bebió un trago de cerveza. 

La gente alza las manos y aplauden cada tres segundos al unísono, mientras persiguen el ritmo de “I want to break free”. Para entrar con “We will rock you” lleva puesto una chaqueta blanca. Thank you all, repite un Freddie nostálgico. 



Se despide con un traje de reina, alza la corona y todos se rinden a sus pies con aplausos. Eternos aplausos que solo se repiten cada vez que escuchamos el recital completo de Queen, que llegó a ser uno de los conciertos más aclamados por los fans. Larga vida para Freddie Mercury.

19 de diciembre de 2015

Centenario de Édith Piaf


«Quiero hacer que la gente llore, incluso cuando no entiendan mis palabras».
Édith Piaf
 

Si hay alguien de quien me enamoré este año, es ella Édith Piaf.

Fue por aquellos días de verano, incertidumbre de un febrero soleado, de una playa desordenada en la que conocí a alguien, alguien que en conversaciones posteriores me presentó a Édith Piaf mediante sus canciones.

Yo no imaginaba quién era aquella pequeña gorrión que veía en el monitor. Pero me deleitó su voz, y bastaba tan solo escuchar una canción para asomarme más a ella, y quería someter mi cuerpo a entrar dentro de la pantalla, y sentarme en alguna silla del teatro donde Piaf entonaba su chanson. Pero el equidistante de tiempo y espacio me limitaba a tan solo contemplar y continuar escuchar una canción tras otra, en tanto que me entraba más a Édith en el País de las maravillas, porque estaba vez yo era el conejo con oreja alzadas que, en forma invertida, la perseguía por los túneles del tiempo, y me llevaba, saltando, de una canción a otra, en la que me retumbaba sentimientos encontrados, la vibración misma de la letra –aunque yo no sepa Francés, pero su invocación mediante la voz se presenciaba en cuerpo y alma-. Además, se dice que medía 1.47 metros y era muy delgada. Es decir, de cuerpo tan frágil, de tamaño tan encantador que hacía multiplicar su voz en teatros y cabaret que se presentaba.

Desde aquel verano, hasta este próximo verano, han pasado 10 meses y me encerrado con las canciones de Piaf a escondidas, contemplando su grandiosa voz, también al ver una película conmemorativa titulada «La Môme» (La vida en rosa) (2007), de Olivier Dahan, hay un sentimiento como fuerte puño que hizo golpear mi corazón y así lo hará cada vez que la vea en fotografías y leer su biografía, o ser parte de ella, o vivir tal cual destino trágico, o alimentarme de un nido de canciones, o de una voz de gorrión que me despierta cada mañana, como mi alarma que está configurada con la canción «Non, je ne regrette rien» (1961) y es literalmente Édith Piaf quien me despierta con su melódica voz en todas estas mañanas. 


EL NACIMIENTO

Existe una dubitativa controversia acerca del lugar de nacimiento de Édith Giovanna Gassion, pues se dice que pudo ser en el Hospital Thenôn de París, según su acta de nacimiento. Sin embargo, también se sospecha de que fue en el número 72 de la calle de Belleville, según ella decía pero no es precisamente cierto, pues ella evitaba decir dónde nació y alternaba ese último dato. De todas formas, lo más importante aún, de suma trascendencia en la historia, es que quedará marcado en la historia que el 19 de diciembre de 1915 nació en Francia la pequeña gorrión, un ícono musical.


Pero su vida se vio tristemente alterada por descuido de sus padres, quienes le desgarraron su vida infantil. Dentro del contexto de haber pasado ya más de un año de la I Guerra Mundial, la pequeña Édith desde los primeros años se contactó con los desdichados lugares franceses. Después de que su madre, una vagabunda cantante y alcohólica, desapareciera, Édith estuvo a manos de su padre, con quien asistía a circos ambulantes, y más después que estuvo a manos de su abuela, y fue ahí donde habitó por varios años bajo prostíbulo, rodeada de enfermedades. Y su abuela en vez de darle leche con biberón, la alimentaba con vino, con la excusa de que así se eliminaban los microbios. Pero después, cuando estaba con su padre, vivió de un lado a otro, con un circo, en la que él era acróbata y ella se arrinconaba con sus cinco años bajo la carpa.

SUS INICIOS

Tal cual el arte de su madre, Édith también descubrió el suyo, a los 14 años, para lo cual ya se había apartado de su padre y ella se incorporaba a una nueva ruta de su vida. Y mientras vivía cantando en los cabarés de Pigalle, conoció y se enamoró se enamoró de un chico de los recados, Louis Dupont. Con quien poco después, tuvo su única hija, una niña llamada Marcelle, que murió a la edad de dos años de meningitis.
Édith con Louis Leplée

Ya para los 20 años, empezó a formalizarse en el mundo musical. Fue afortunada al conocer al empresario Louis Leplée, quien la bautizó como «La Môme Piaf» («La Muchacha Gorrioncillo») y le ayudó a grabar su primer disco. Pero en abril de 1936 él fue asesinado en su habitación y Piaf volvió a los desfiladeros de la miseria. Después empezó a tomar contacto con Raymond Asso, quien se convierte en su Pygmalion y amante, y la prepara para ser una cantante profesional del Music hall. Asimismo, conoció a la pianista Marguerite Monnot, fundamental en toda su carrera artística.

CHANSON

Y pasaron 10 años, para que en 1946, después que acabara la II Guerra Mundial grabara «La vie en Rose», una de sus canciones más famosas que se ha inmortalizado hasta nuestros tiempos. Y esta canción sentimental y conmovedora sirve como himno para unir los corazones, como fue entonada en homenaje a las víctimas de los atentados yihadistas del 13 de noviembre en París, que dejaron 130 muertos.

AMOR CON SABOR A MORFINA

También el amor le perseguía a Piaf, pues en 1948, mientras está en una gira triunfal por Nueva York, vive la historia de amor más grande de su vida con un boxeador francés de origen argelino, Marcel Cerdan, quien ganó el campeonato mundial de peso medio el 21 de septiembre de 1948 y murió en un accidente de avión el 28 de octubre de 1949 en el vuelo de París a Nueva York en el que viajaba para ir a su encuentro. Y la tragedia también le perseguía porque abatida por el sufrimiento, este inmenso, innombrable dolor le provoca a Édith Piaf que se vuelva adicta a la morfina. En tanto que ella cantó su gran éxito «Hymne à l'amour» (Himno al amor) en memoria de Marcel. Esta canción también es una de sus más memorables canciones de su repertorio.
Édith y Marcel Cerdan

Los romances de Piaf fueron con los más conocidos de aquellos tiempos: Marlon Brando, Yves Montand, Charles Aznavour, Theo Sarapo y Georges Moustaki.

En tanto, Piaf en su intento de incorporarse en 1961a los escenarios, porque ya era una flamante cantante mundial, ofreció dar un histórico concierto en el Teatro Olympia de París. Y es histórico porque este evento se dio realce ante los ojos amigos de Alain Delon, Louis Armstrong, Paul Newman, George Brassens, Duke Ellington o Jean-Paul Belmondo, y Piaf estrenó «Non, je ne regrette rien» (No me arrepiento de nada), emocionando a un auditorio con un canto hedonista empapado de alcohol, pasiones y opiáceos. La canción fue compuesta para ella por Charles Dumont, la cual se adapta perfectamente a su persona. Poco después se casó con el cantante Théo Sarapo, veinte años más joven.
Édith Piaf con Théo Sarapo

MUERTE

El 11 de octubre (según algunos fue el 10 de octubre en París) de 1963, Édith Piaf fallece en Plascassier a los 47 años de edad, por causa de cáncer hepático. Se cree que Sarapo condujo su cuerpo de vuelta a París de manera secreta para hacer creer que había muerto en su pueblo natal. Su féretro atravesó la capital francesa hasta llegar al cementerio de Père Lachaise, donde reposan sus restos.


Su fallecimiento fue anunciado oficialmente el 11 de octubre, el mismo día en que muere su amigo el cineasta Jean Cocteau con quien mantenía una estrecha comunicación. Al enterarse de la muerte de su amiga, Cocteau dijo: «C'est le bateau qui achève de couler. C'est ma dernière journée sur cette terre». Y añadió: «Je n'ai jamais connu d'être moins économe de son âme. Elle ne la dépensait pas, elle la prodiguait, elle en jetait l'or par les fenêtres» («El barco se acaba de hundir. Este es mi último día en esta tierra». Y añadió: «Nunca he conocido un ser más desprendido de su alma. Ella no entregaba su alma, ella la regalaba, ella tiraba oro por las ventanas»), antes de morir él mismo.

Nota
En su homenaje póstumo se ha construido una pequeña plazuela con su nombre donde una estatua de bronce la recuerda con los brazos extendidos hacia un cielo que tanto le costó conquistar. También varias películas en su memoria, para la cual recomiendo «La Môme» (La vida en rosa) (2007), de Olivier Dahan, con Marion Cotillard en el papel de Édith Piaf, que ganó el Óscar a la mejor actriz y al mejor maquillaje. Es imperdible que vean esta película. Y sobre todo llevemos alguna chanson de Piaf en nuestro móvil, en nuestros corazones.



24 de noviembre de 2015

'Darling' después de medio siglo

«Tu idea de la fidelidad es no coincidir con dos hombres en la misma cama».
Darling


Título original: Darling (año 1965)

Dirección: John Schlesinger

John Schlesinger
Intérpretes: Julie Christie, Dirk Bogarde, Laurence Harvey, Roland Curram, Alex Scott, José Luis de Vilallonga

Guión: Frederic Raphael

Fotografía: Ken Higgins (B&W)

Música: John Dankworth

Duración: 122’

País: Reino Unido

Productora: Metro-Goldwyn-Mayer

El director John Schlesinger con una de sus primeras películas, Billy Liar (1963), descubrió en aquella década a una de sus musas, y del espectador, la actriz Julie Christie, con quien haría algún que otro film más entre ellos, como: Darling (1965), que le reportó la primera nominación como Mejor Director, así como el Oscar para la actriz, y otros dos para el vestuario y el guión original (Frederick Raphael). Su máximo esplendor como director lo alcanzó en la década de los sesenta y setenta, descendiendo notablemente su popularidad en los años ochenta debido a algún que otro fracaso de taquilla. 

En la película, Schlesinger convierte magistralmente los créditos iniciales en un editorial: mientras los nombres pasan superpuestos, vemos cómo un empleado subido a una escalera va cambiando por partes el cartel de un gran espacio publicitario. La imagen de unos niños africanos deformados por la desnutrición y un rótulo pidiendo ayuda para el Tercer Mundo van siendo sustituidos por el gigantesco rostro de Julie Christie, muy ligero, blanco y sonriente, anunciando la publicación, en una revista femenina, de las memorias de la modelo y pseudoactriz Diana Scott, un símbolo social.

En un par de minutos ha quedado indicado radicalmente el sentido de la obra: que las modelos fotográficas pasen a convertirse en modelos sociales para la mujer obedece a criticables intereses de mercadotecnia, y a no menos criticables ambiciones de escalada social. 

El film suma drama, romance y crítica social. Elabora una parábola sobre el mito de la felicidad. Con el estilo realista y crítico del “Free Cinema”, presenta un retrato de la sociedad de los famosos en el Londres de los 60. Darling explora el terreno del simbolismo como arma visual para ayudar a «interpretar» el pensamiento de Diana en determinadas situaciones. De esta forma, el hastío que provoca en Diana esa vida compartida junto a Robert Gold (Dirk Bogarde), el presentador de un programa elitista de la BBC, tiene correspondencia a nivel simbólico cuando observa a dos peces «encerrados» en una pecera. La narración, hecha en flashback y a cargo de la protagonista, se desarrolla de modo distante, objetivo y frío, propio del cine que se impone en aquellas fechas. Explora las transformaciones que en los primeros 60 afectan a la moral, y a los usos y costumbres sociales. Frente a la moral tradicional, plagada de prohibiciones y tabús, las nuevas concepciones asumen como normales, razonables y lícitos temas demonizados hasta entonces, como el aborto, el divorcio, el abandono del hogar por la mujer, la infidelidad conyugal, la homosexualidad y la promiscuidad.

Julie Christie es un ícono cinematográfico con un ángel extraordinario, aura carismática que ha mantenido hasta su madurez. Nacida en la exótica India, trabajó por segunda vez para Schlesinger, interpretando a la frívola Diana Scott, una aburrida y superficial modelo que en Darling se desliza en el despertar del Swinging londinense, es decir, en el cambio de pareja. Es guapa, inteligente, fotogénica, encantadora y ambiciosa. Le gusta la aventura y busca la felicidad plena. Esto le permite ganar el primer y único Oscar en su carrera, a pesar de haber sido nominada 3 veces más. Su química con el actor Dirk Bogarde es perfecta, a diferencia del italiano José Luis de Villalonga o el lituano Laurence Harvey. Bogarde sabe explotar y mantener esa aura misteriosa y distinguida que le llevaría a ser elegido para Muerte en Venecia (1971) de Luchino Visconti. La ambivalencia de este actor, que ocultó su homosexualidad y una larga relación con su manager, Anthony Forwood, fue bien explotada en la pantalla, en una época en que se necesitaba demasiado coraje para que una estrella admitiera sus preferencias sexuales.

SOBRE LA PELÍCULA


John Schlesinger retrata la vida entre frívola, aburrida y descarada de una parte de la burguesía que ansía salir del estrecho, sombrío y acomodado ambiente inglés de los años cincuenta. A través de una voz en off, la de la propia protagonista Diana (Julie Christie) retrata el inicio de su vida -una niña que quiere llegar muy lejos, pues actúa desde pequeña-,y así, luego atendiendo una entrevista a los mass-media, se desliza por nuestra mirada la vida, principalmente en su etapa adulta, de esta joven ambiciosa, caprichosa e inestable, desde que conoce a un intelectual presentador de televisión, Robert Gold (Dirk Bogarde), hasta que acaba casándose (segunda boda para ella) con un aristócrata italiano de rancio abolengo.
Dirk Bogarde
Bogarde se convirtió rápidamente en un ídolo de matiné y se convirtió en el británico más popular de Hollywood durante los años cincuenta. La principal característica de las actuaciones de Bogarde era su natural desenvoltura frente a las cámaras, no costándole asumir complicados perfiles de sus personajes, de hecho fue uno de los primeros actores en interpretar a un bisexual en la pantalla inglesa. 

Tras 1960, Bogarde adoptó trabajos más difíciles, como su personaje en Victim (1961), en el que se considera el primer film británico en tratar abiertamente la homosexualidad y primera película en decir la palabra "homosexualidad".

En un elegante matiz en blanco y negro que sincroniza la estética visual, el realizador británico traza el alma aburrida de una joven atractiva y risueña, hambrienta de experiencias, a poder ser transgresoras. Para el tiempo de su producción y estreno, Darling debió suponer cierto escándalo dado que insinuaba la libre decisión de una mujer rompiendo tabúes, como el de la fidelidad matrimonial, la ingravidez emocional y gélida de los niños bien del nuevo movimiento londinense de moda: el Swinging, tierra del hedonismo. Espacio para el hedonismo, la desinhibición sexual o la impostura cultural dominan las vidas de la comunidad adscrita a la jet set, una burguesía británica de la que acaba formando parte Diana. Pero también aparece la exposición de la homosexualidad sin complejos, o las trivialidades de la aristocracia en un permanente estado vacacional. Etapas todas por las que Diana vivencia, aburriéndose finalmente en cada parada. Sin embargo Schlesinger escogió probablemente el performance de Christie por su aterciopelado carácter lo que le da al personaje, a pesar de ciertos momentos de arritmia en el argumento y algún que otro momento inexpresivo de la actriz (puede que fueron sus primeros pasos en el cine), una dicha risueña que no le evita caer en alguna oscura depresión.

LOS 60's

Estamos ante el espejo de un memorable Londres de los sesenta, época dorada del pop y el rock, de los Beatles, Rolling Stone, capital mundial de la cultura y la moda, resurgimiento de la sicodelia. Y frente a estas culturas postmodernas, Darling se mueve entre la necesidad de amor y la del placer y la aventura. Se escurren entre la hipocresía reinante de su entorno adinerado. La película presente un lúcido análisis de una época obsesionada por el aspecto físico cuyo paradigma es la modelo Diana Scoot (Julie Christie). Con una fría elegancia, Diana pasa por la cama de todo aquel que puede ayudarle a alcanzar sus sueños y utiliza a los hombres a su antojo. Su joven esposo desaparece de la escena cuando la hermosa muchacha conoce al periodista televisivo Robert Gold (Dirk Bogarde). Diana, bautizada por las revistas como “la mujer perfecta”, no tarda en sucumbir a los encantos de las relaciones públicas de Miles Brand (Laurence Harvey), quien lleva su rostro a todas las primeras páginas y le abre las puertas del mundo de la moda. Otros hombres pasaran por la vida de Diana, al final alcanzara la cima pero llega un momento en que tiene que echar la vista atrás.

Laurence Harvey
Laurence Harvey, un verdadero british movie star a pesar de su origen lituano, fue un actor muy premiado hasta su muerte acaecida en 1973. Su papel en Darling está exquisitamente punteado de sombras y cinismo, retrato perfecto de un hombre liberal sin prejuicios que huye de cualquier responsabilidad y se alimenta de fiestas de larga noche. Perfecto personaje para un actor que daba siempre una réplica distante, fría, dotado de cierta frigidez, muy british. Por otro lado, Rolland Curram interpretó a Malcolm, el compañero gay de viaje de Diana Scott (Julie Christie).
Rolland Curram

Así, Julie Christie fue galardonada con un Oscar y se erigió en icono de toda una generación. Oscar también para el mejor guion original de Frederic Raphael. Por su parte, Schlesinger logró expresar acertadamente su pesimismo con respecto a la cultura imperante.

Laurence Harvey, un verdadero british movie star a pesar de su origen lituano, fue un actor muy premiado hasta su muerte acaecida en 1973. Su papel en Darling está exquisitamente punteado de sombras y cinismo, retrato perfecto de un hombre liberal sin prejuicios que huye de cualquier responsabilidad y se alimenta de fiestas de larga noche. Perfecto personaje para un actor que daba siempre una réplica distante, fría, dotado de cierta frigidez, muy british. Por otro lado, Rolland Curram interpretó a Malcolm, el compañero gay de viaje de Diana Scott (Julie Christie).

Así, Julie Christie fue galardonada con un Oscar y se erigió en icono de toda una generación. Oscar también para el mejor guion original de Frederic Raphael. Por su parte, Schlesinger logró expresar acertadamente su pesimismo con respecto a la cultura imperante.