«Quiero hacer que la gente llore, incluso cuando no entiendan mis palabras».
Édith Piaf
Si hay alguien de quien me enamoré este año, es ella Édith Piaf.
Fue por aquellos días de verano, incertidumbre de un febrero soleado, de una playa desordenada en la que conocí a alguien, alguien que en conversaciones posteriores me presentó a Édith Piaf mediante sus canciones.
Yo no imaginaba quién era aquella pequeña gorrión que veía en el monitor. Pero me deleitó su voz, y bastaba tan solo escuchar una canción para asomarme más a ella, y quería someter mi cuerpo a entrar dentro de la pantalla, y sentarme en alguna silla del teatro donde Piaf entonaba su chanson. Pero el equidistante de tiempo y espacio me limitaba a tan solo contemplar y continuar escuchar una canción tras otra, en tanto que me entraba más a Édith en el País de las maravillas, porque estaba vez yo era el conejo con oreja alzadas que, en forma invertida, la perseguía por los túneles del tiempo, y me llevaba, saltando, de una canción a otra, en la que me retumbaba sentimientos encontrados, la vibración misma de la letra –aunque yo no sepa Francés, pero su invocación mediante la voz se presenciaba en cuerpo y alma-. Además, se dice que medía 1.47 metros y era muy delgada. Es decir, de cuerpo tan frágil, de tamaño tan encantador que hacía multiplicar su voz en teatros y cabaret que se presentaba.
Desde aquel verano, hasta este próximo verano, han pasado 10 meses y me encerrado con las canciones de Piaf a escondidas, contemplando su grandiosa voz, también al ver una película conmemorativa titulada «La Môme» (La vida en rosa) (2007), de Olivier Dahan, hay un sentimiento como fuerte puño que hizo golpear mi corazón y así lo hará cada vez que la vea en fotografías y leer su biografía, o ser parte de ella, o vivir tal cual destino trágico, o alimentarme de un nido de canciones, o de una voz de gorrión que me despierta cada mañana, como mi alarma que está configurada con la canción «Non, je ne regrette rien» (1961) y es literalmente Édith Piaf quien me despierta con su melódica voz en todas estas mañanas.
EL NACIMIENTO
Existe una dubitativa controversia acerca del lugar de nacimiento de Édith Giovanna Gassion, pues se dice que pudo ser en el Hospital Thenôn de París, según su acta de nacimiento. Sin embargo, también se sospecha de que fue en el número 72 de la calle de Belleville, según ella decía pero no es precisamente cierto, pues ella evitaba decir dónde nació y alternaba ese último dato. De todas formas, lo más importante aún, de suma trascendencia en la historia, es que quedará marcado en la historia que el 19 de diciembre de 1915 nació en Francia la pequeña gorrión, un ícono musical.
Pero su vida se vio tristemente alterada por descuido de sus padres, quienes le desgarraron su vida infantil. Dentro del contexto de haber pasado ya más de un año de la I Guerra Mundial, la pequeña Édith desde los primeros años se contactó con los desdichados lugares franceses. Después de que su madre, una vagabunda cantante y alcohólica, desapareciera, Édith estuvo a manos de su padre, con quien asistía a circos ambulantes, y más después que estuvo a manos de su abuela, y fue ahí donde habitó por varios años bajo prostíbulo, rodeada de enfermedades. Y su abuela en vez de darle leche con biberón, la alimentaba con vino, con la excusa de que así se eliminaban los microbios. Pero después, cuando estaba con su padre, vivió de un lado a otro, con un circo, en la que él era acróbata y ella se arrinconaba con sus cinco años bajo la carpa.
SUS INICIOS
Tal cual el arte de su madre, Édith también descubrió el suyo, a los 14 años, para lo cual ya se había apartado de su padre y ella se incorporaba a una nueva ruta de su vida. Y mientras vivía cantando en los cabarés de Pigalle, conoció y se enamoró se enamoró de un chico de los recados, Louis Dupont. Con quien poco después, tuvo su única hija, una niña llamada Marcelle, que murió a la edad de dos años de meningitis.
Édith con Louis Leplée |
Ya para los 20 años, empezó a formalizarse en el mundo musical. Fue afortunada al conocer al empresario Louis Leplée, quien la bautizó como «La Môme Piaf» («La Muchacha Gorrioncillo») y le ayudó a grabar su primer disco. Pero en abril de 1936 él fue asesinado en su habitación y Piaf volvió a los desfiladeros de la miseria. Después empezó a tomar contacto con Raymond Asso, quien se convierte en su Pygmalion y amante, y la prepara para ser una cantante profesional del Music hall. Asimismo, conoció a la pianista Marguerite Monnot, fundamental en toda su carrera artística.
CHANSON
Y pasaron 10 años, para que en 1946, después que acabara la II Guerra Mundial grabara «La vie en Rose», una de sus canciones más famosas que se ha inmortalizado hasta nuestros tiempos. Y esta canción sentimental y conmovedora sirve como himno para unir los corazones, como fue entonada en homenaje a las víctimas de los atentados yihadistas del 13 de noviembre en París, que dejaron 130 muertos.
AMOR CON SABOR A MORFINA
También el amor le perseguía a Piaf, pues en 1948, mientras está en una gira triunfal por Nueva York, vive la historia de amor más grande de su vida con un boxeador francés de origen argelino, Marcel Cerdan, quien ganó el campeonato mundial de peso medio el 21 de septiembre de 1948 y murió en un accidente de avión el 28 de octubre de 1949 en el vuelo de París a Nueva York en el que viajaba para ir a su encuentro. Y la tragedia también le perseguía porque abatida por el sufrimiento, este inmenso, innombrable dolor le provoca a Édith Piaf que se vuelva adicta a la morfina. En tanto que ella cantó su gran éxito «Hymne à l'amour» (Himno al amor) en memoria de Marcel. Esta canción también es una de sus más memorables canciones de su repertorio.
Édith y Marcel Cerdan |
Los romances de Piaf fueron con los más conocidos de aquellos tiempos: Marlon Brando, Yves Montand, Charles Aznavour, Theo Sarapo y Georges Moustaki.
En tanto, Piaf en su intento de incorporarse en 1961a los escenarios, porque ya era una flamante cantante mundial, ofreció dar un histórico concierto en el Teatro Olympia de París. Y es histórico porque este evento se dio realce ante los ojos amigos de Alain Delon, Louis Armstrong, Paul Newman, George Brassens, Duke Ellington o Jean-Paul Belmondo, y Piaf estrenó «Non, je ne regrette rien» (No me arrepiento de nada), emocionando a un auditorio con un canto hedonista empapado de alcohol, pasiones y opiáceos. La canción fue compuesta para ella por Charles Dumont, la cual se adapta perfectamente a su persona. Poco después se casó con el cantante Théo Sarapo, veinte años más joven.
Édith Piaf con Théo Sarapo |
MUERTE
El 11 de octubre (según algunos fue el 10 de octubre en París) de 1963, Édith Piaf fallece en Plascassier a los 47 años de edad, por causa de cáncer hepático. Se cree que Sarapo condujo su cuerpo de vuelta a París de manera secreta para hacer creer que había muerto en su pueblo natal. Su féretro atravesó la capital francesa hasta llegar al cementerio de Père Lachaise, donde reposan sus restos.
Su fallecimiento fue anunciado oficialmente el 11 de octubre, el mismo día en que muere su amigo el cineasta Jean Cocteau con quien mantenía una estrecha comunicación. Al enterarse de la muerte de su amiga, Cocteau dijo: «C'est le bateau qui achève de couler. C'est ma dernière journée sur cette terre». Y añadió: «Je n'ai jamais connu d'être moins économe de son âme. Elle ne la dépensait pas, elle la prodiguait, elle en jetait l'or par les fenêtres» («El barco se acaba de hundir. Este es mi último día en esta tierra». Y añadió: «Nunca he conocido un ser más desprendido de su alma. Ella no entregaba su alma, ella la regalaba, ella tiraba oro por las ventanas»), antes de morir él mismo.
Nota
En su homenaje póstumo se ha construido una pequeña plazuela con su nombre donde una estatua de bronce la recuerda con los brazos extendidos hacia un cielo que tanto le costó conquistar. También varias películas en su memoria, para la cual recomiendo «La Môme» (La vida en rosa) (2007), de Olivier Dahan, con Marion Cotillard en el papel de Édith Piaf, que ganó el Óscar a la mejor actriz y al mejor maquillaje. Es imperdible que vean esta película. Y sobre todo llevemos alguna chanson de Piaf en nuestro móvil, en nuestros corazones.