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15 de octubre de 2015

«EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS» CUMPLE MEDIO SIGLO



«Invierno. Húmedo. Claridad gris. El portal oscuro. Oscuro de mañana de invierno gris con niebla».
Oswaldo Reynoso

¿CÓMO LLEGÓ «EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS» A MIS MANOS?

Particularmente tuve la obediencia de cumplir con mis deseos de comprar este libro el presente año. Me movilizaba desde hace mucho tiempo leer algún libro de Oswaldo Reynoso, ya había escuchado de su libro de cuentos «Los Inocentes», pero no lo he encontrado en colección de Populibros (gestionado por Manuel Scorza). Sin embargo, para estos últimos tiempos tuve la grata sensación de no pasar este deseo puesto que me encajaba con todas las penurias que se han ido acumulando en mí, por lo que arrastraba a quedarme en este Octubre. En tanto, una importante excusa me invitó a declararle una paradoja angustiosa a una persona quien esperaba con ansias este mes, por lo que me propuse encontrar el libro para cumplir todas estas expectativas. Pero no pasó así. El libro me encontró a mí.

Suelo asistir religiosamente a revisar libros de unos gentiles amigos, ciertamente, cada noche, saliendo de la universidad. Me encuentro con ellos para hilvanar una conversación, para sobrepasar el frío, armarnos una buena interacción, dispararnos a carcajadas. Vivir la noche entre libros. Es ahí cuando, curiosamente, yo estaba, digamos así, desesperado por encontrar el libro. Por la mañana de aquel día yo ya había empezado a averiguar en las páginas webs de las librerías si tenían «En octubre no hay milagros» en su stock. No recuerdo muy bien si hubo algunos ejemplares o no. Descuidé eso, pretendiendo ir a averiguar rigurosamente en las librerías al día siguiente.

Lo más bello que pueda existir para un bibliófilo es que el libro encuentre a uno, que, más bien, el libro estaba esperando al lector. Sucede que en la noche, mientras algunas veces daba importancia a la conversación y otras veces me orientaba a ver las novedades de libros, y así en inversa, yo hurgué en destruir los pequeños edificios de libros para ir hasta la base de todas ellos. Y en la base, justamente estaba «En octubre no hay milagros», todo tétrico, huérfano, de frío, casi llorando, hasta que yo sentí que quiso treparse de mis dedos, al momento que lo empecé a mañosear.

No iba a dejarlo ahí olvidado en la intemperie, aparte de que la estaba buscando, porque además era una noche propicia para pasarlo con ese libro, el que tanto me estaba buscando.

SOBRE EL AUTOR
Oswaldo Reynoso, nació el 10 de abril 1931 en Arequipa.

Estudió en la Universidad Nacional San Agustín de su ciudad natal y en la Universidad Nacional de La Cantuta en Lima. Inició su labor literaria con su poemario Luzbel (1955), pero conoció el éxito siguiendo el realismo urbano en los años 50. Su libro de cuentos «Los inocentes» (1961) incorporó por primera vez en la literatura peruana del siglo XX el lenguaje urbano de los jóvenes. Reynoso ha enseñado en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, en otras universidades de Lima y también en Pekín. Ha publicado: «Luzbel» (Poemas, 1955), «Los inocentes o Lima en Rock» (1961), «En octubre no hay milagros» (1965), «El escarabajo y el hombre» (1970), «En busca de Aladino» (1993), «Los eunucos inmortales» (1995), «El goce de la piel» (2005) y «Las tres estaciones» (2006). En mayo del 2013, la Casa de la Literatura Peruana lo condecoró «en reconocimiento a su destacada contribución a la literatura peruana, en cuya obra narrativa coinciden diestramente la prosa refinada y la reivindicación del universo urbano popular».

EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS

Es demoledor, trágico pensar desde el título en la apertura que nos consigna el libro en su interior. Esto ya nos abre paso a una trágica historia en medio del caos social que aún es vigente en nuestros tiempos. El libro, publicado en 1965, nos relata la dura vida de la década de los 60’s en Lima, con su ámbito social y psicológico, mostrando con desesperación y violencia a sus personajes. Asimismo, nos muestra las costumbres religiosas y celebraciones populares de las diferentes barriadas y quintas. Y Lima aparece monstruosa, egoísta, pesimista y desesperada. Estas historias son descritas en el día principal de la procesión del Señor de los Milagros.

Durante sus diversos pasajes podemos notar las luchas clases sociales, la suciedad de la política criolla y la vida tan diferente de los barrios elegantes y de las barriadas. El Perú atravesaba tiempos difíciles para los pobres. La clase marginada e inmigrante, que vivía una etapa de tugurización, es decir de hacinamiento poblacional, y miseria depositaba sus penas a los pies del Cristo Moreno, de quien esperaban milagros que arreglaran sus vidas.

Se suscita en un solo día, un día interminable, no por la extensión de este sino por las cosas y problemas que pasan en estas familias en un solo día; el libro se trata, pues, de la clase social entre dos familias; una viene a ser la familia de Don Manuel y la familia de los Colmenares, ambas familias pasan por problemas diversos y muy distintos; Miguel Colmenares es un muchacho muy inteligente que no puede ingresar a la Universidad, es por eso que pasa el tiempo con sus amigos y va a buscar a Doris cada vez que se siente solo; en todo la novela se la pasa diciendo que es un cobarde. Él ha caído en la bohemia porque le pesa la incertidumbre de su vida o de lo que puede ser su vida. Sentimiento que le llevará a la desesperación al compaginarlo con el sentimiento amoroso por Mery que rememora con nostalgia.

Don Lucho Colmenares al saber que lo van a desalojar de su vivienda se pasa todo el día buscando en una vivienda adecuada para su familia, pero sobre todo para su hija Bety que supuestamente es una señorita; no sabe que Bety tiene relaciones desde los 13 años con Julio, un chico de su barrio. Ella se la pasa buscando enamorados con dinero pero todos al igual que Coqui se burlan de ella después que obtienen lo que quieren.

Por otra parte está la clase alta con poderes monopolizadores sobre los demás, con toda autoridad como ya es costumbre, Don Manuel, dueño de una de los más grandes dueños del Banco y siendo homosexual pretendía cualquier cosa por tener el poder para toda la vida. Tiene como objetivo derrocar al gabinete parlamentario, evitando así el expansionismo norteamericano que amenaza su poder algo importante para la clase dominante. Don Manuel tenía como amante a Tito, joven recogido de las calles. Este va a estar subordinado a los deseos más escandalosos de Don Manuel.

Miguel es un inocente joven de diecinueve años, que tiene una sensibilidad vuelta fatalidad. La situación de su familia le obnubila y en un acto desesperante y sincero réplica a su amigo Leonardo del siguiente modo: «Hablas como si fueras un libro, pero mañana nos botan de casa yo sigo cobarde mi viejo se muere de tanto trabajar sin haber gozado nada mi mamá se acaba lavando ropa cocinando renegando y a mi hermana la hacen puta y al zorro lo corrompen». Así surge su impotencia y su escepticismo ante la vida, la fatalidad de su familia le molesta, y poco a poco se acrecienta la pérdida de su fe en Dios porque se siente cobarde. Este sentimiento de cobardía compendia la situación de su juventud que se enfrenta al rudo pragmatismo de la ciudad de Lima. Con este fastidio por la vida logra escribir algunos cuentos, como para evadir su cobardía, pero su apego a la inmediatez pulsional que caracteriza a la ciudad de Lima, lo presiona con el alcohol y la violencia; quiere violentarse, apelar a la violencia particular y reactiva sin ningún derrotero. Si la cobardía se anula mediante un acto temerario y sacrílego, no escatima tal posibilidad: escupir a la imagen del Señor de los Milagros.

Así como se va inyectando de datos en inicio de la novela, al final de todo se termina uniendo el resultado de todos los problemas de los diferentes personajes así de muy trágica e impactante por cómo van sucediendo las cosas; en primer lugar Bety es engañada por Coqui, quien se burla de ella pagándole la noche que tuvieron juntos; el Conejo amigo del Zorro (este el apodo de Carlos Colmenares), es violado por un señor desconocido; el Zorro se corrompe y se acuesta con una prostituta a su corta edad; Don lucho no sabe qué decirles por no haber encontrado casa donde vivir; María se va a la procesión a pedirle al señor que la ayude a encontrar casa; Don Manuel sufre y se decepciona al saber que Tito se escapó y se fue de su casa sin que se dé cuenta, su hijo se va a un internado por tener relaciones con el hijo del jardinero de su colegio; Tito se escapa y va a su barrio a buscar a su mamá y la esconde en la casa de su madrina, el sin dinero tuvo que dormir en las calles; y pues finalmente Miguel intenta hacer un acto valiente, es por eso que intenta un atentado contra la imagen del Señor de los Milagros, pero los hermanos que la cuidan lo tiran a la multitud de gente y pensando que es un desquiciado, lo golpean tanto que lo matan.

La narrativa de Oswaldo Reynoso es agresiva y fría como el cemento y tortuosa como la culpa cristiana. El resultado, figuraciones de un «cielo de ceniza» que se eleva sobre el asfalto urbano, en donde se intenta un diálogo constante contra la pared sórdida y muda de la ciudad de Lima. Su estilo es juvenilmente desfachatado. «En octubre no hay milagros», la primera novela de Reynoso, se muestra la garra de este reconocido escritor.

Cuando en 1965 se publicó en el Perú su novela
«En Octubre no hay milagros» se generó un escándalo de proporciones y los críticos lo acusaron de marxista rabioso, «y hasta quemaron el libro en la procesión de El Señor de los milagros y luego hubo una petición firmada por varias personas pidiendo al ministro de Educación que me anularan el título de profesor y me prohibieran el ingreso a cualquier aula».

Reynoso retrató una Lima en crecimiento, una ciudad que hoy tiene un rostro andino y mestizo. En el Centro Histórico esta huella salta a la vista. Ahora, afirma el autor, la ciudad ha crecido mucho, ya no es posible retratarla con tanta facilidad. «Habría que hacer varias novelas sobre distintas zonas de Lima y conformar un mosaico», dice. 

Iniciador del «realismo urbano», considera a la jerga como lenguaje poético. «Lo fundamental de mis obras es el empleo del lenguaje, asumir vivencialmente el lenguaje popular, la jerga, entendido como lenguaje poético. La jerga aparece como una necesidad expresiva de mis personajes para crear el ambiente y su propia problemática». Asimismo, «En octubre no hay milagros» se concluyó con un poema de Alejandro Romualdo, «Color de rosa», a pedido de Reynoso.

Recibió influencia de las novelas
«Duque» de Alfredo Diez Canseco y «La casa de cartón» de Martín Adán. Tuvo la suerte de leer estas dos novelas cuando era muy joven y lo que más me impresionó fue el lenguaje. «Aunque de todas maneras si bien tomaron algunos elementos del habla popular, o temas como la homosexualidad, aparecen en sus relatos como algo artificial. No era la primera vez que en la literatura peruana se tocaba en forma directa el tema de la homosexualidad, anteriormente ya había algunas novelas, pero en forma muy recatada. Hasta el año 60 tanto ese lenguaje como un tema como la homosexualidad estaban un poco al margen».